Interacción con el entorno: la máscara, el ser inferior y el ser superior

En este artículo me gustaría citar un fragmento del libro «Hágase la luz» de Barbara Ann Brennan que me ha parecido más que interesante y con el que todos podemos sentirnos en mayor o menor medida identificados; en este texto Brennan habla de la máscara, del ser inferior y del ser superior, tres partes que conviven dentro de nosotros y a través de las cuales interaccionamos con el entorno.

La máscara de la bondad

Cuando nacemos, aún estamos muy conectados a la gran sabiduría y el poder espirituales a través de nuestro núcleo. Esta conexión con el núcleo y, en consecuencia, con la sabiduría y el poder espirituales nos aporta la sensación de seguridad absoluta y de admiración. Durante el proceso de maduración, esta conexión se desvanece lentamente. Es sustituida por las voces paternas que tratan de protegernos y darnos seguridad.

Hablan de correcto y equivocado, de bien y mal, de cómo tomar decisiones y cómo actuar o reaccionar en una situación dada. A medida que la conexión con el núcleo se desvanece, nuestra psique infantil trata desesperadamente de reemplazar la sabiduría original innata por un ego que funcione. Por desgracia, el revestimiento de voces paternas internalizadas no pueden cumplir ese cometido. Lo que se produce entonces es una máscara.

La máscara constituye el primer intento de corregirnos. Con ella, tratamos de expresar quien somos de una forma positiva que sea aceptable para un mundo del que tememos que nos rechace. Presentamos nuestra máscara al mundo según nuestras creencias de lo que pensamos que el mundo dice que es correcto, para que nos acepte y nos sintamos seguros. La máscara tiende a la conexión con los demás porque eso es lo «correcto». Sin embargo, no puede conseguir una conexión profunda, por cuanto niega la naturaleza verdadera de la personalidad. Niega nuestro miedo y nuestros sentimientos negativos.Ponemos todo de nuestra parte en la creación de esa máscara, pero no funciona. La máscara nunca logra generar la sensación interna de seguridad que nos esforzamos por alcanzar. De hecho, genera la sensación interna de ser un impostor, por cuanto tratamos de demostrar que somos buenos cuando en realidad no lo somos siempre. Nos sentimos falsos, y experimentamos más temor. Entonces lo intentamos con mayor intensidad. Usamos lo mejor de nosotros mismos para demostrar que somos buenos (una vez más, según las voces paternas internalizadas). Esto produce más miedo, sobre todo porque no podemos soportar sentirnos cada vez más falsos y más temerosos, en un círculo vicioso en aumento.

La intención de la máscara es protegernos de un mundo pretendidamente hostil demostrando ser buenos. La intención de la máscara es la simulación y la negación. Niega que su objetivo sea combatir el dolor y la ira, porque niega que ese dolor y esa ira existan dentro de la personalidad. La misión de la máscara es proteger al ser sin asumir la responsabilidad sobre acciones, pensamientos o hechos negativos. Desde la perspectiva de nuestra máscara, el dolor y la ira sólo existen fuera de la personalidad. No asumimos responsabilidad alguna. Todo lo negativo que ocurre tiene que ser culpa de otro. Culpamos a los demás. Esto implica que el dolor o la ira reside en otra persona.

La única manera de mantener esta mascarada consiste en tratar siempre de demostrar que nosotros somos los buenos. Por dentro, acusamos la presión constante que ejercemos sobre nosotros mismos para ser buenos. Tratamos de cumplir las normas. Y, si no, intentamos demostrar que tenemos razón y que las normas están equivocadas. Nos resentimos de tener que vivir según normas ajenas. Cuesta mucho trabajo. Sólo queremos hacer lo que tenemos ganas de hacer. Nos cansamos, nos irritamos, no nos preocupamos, vertemos nuestras quejas y acusaciones negativas. Herimos a los demás. La energía que hemos almacenado en la máscara se agita, ejerce presión, se escapa y se transmite a los demás. Y, por supuesto, negamos también eso, dado que nuestra intención es preservar la seguridad demostrando que nosotros somos los buenos.

En alguna parte de nuestro interior, nos complace estallar. Dar salida a la energía supone un alivio, aunque no lo hagamos de una forma clara y directa, aunque no asumamos la responsabilidad cuando lo hacemos. Hay una parte de nosotros que disfruta vertiendo nuestra negatividad sobre los demás. Esto se denomina «placer negativo», y se origina en el ser inferior.

El placer negativo y el ser inferior

Estoy segura de que usted recordará haber sentido placer en alguna acción negativa que haya hecho. Cualquier movimiento de energía, negativo o positivo, es placentero. Esas acciones transmiten placer porque son estallidos de energía que se ha almacenado en el interior. Si usted experimenta dolor cuando la energía empieza a moverse, pronto seguirá el placer porque, a medida que suelta el dolor, libera también la fuerza creativa, que se experimenta siempre como placer.

El placer negativo tiene su origen en el ser inferior. Nuestro ser inferior es la parte de nosotros que ha olvidado quiénes somos. Es la parte de la psique que cree en un mundo separado y negativo y que actúa de acuerdo con él. El ser inferior no niega la negatividad, sino que la disfruta. Tiene la intención de gozar del placer negativo.

Puesto que el ser inferior no niega la negatividad, como sí lo hace la máscara, es más honesto que ésta. El ser inferior es veraz respecto a su intención negativa. No finge ser bueno, porque no lo es. Impone sus intereses y no se anda con rodeos. Dice: «Yo me ocupo de mí, no de ti». No puede ocuparse de sí mismo y de otro por causa de su mundo separado. Gusta del placer negativo y quiere más. Conoce el dolor existente en la personalidad, y no tiene ninguna intención de experimentarlo.

La intención del ser inferior es preservar la separación, hacer todo cuanto quiere hacer, y no sentir dolor.

El ser superior

Por supuesto que durante el proceso de maduración no toda nuestra psique está separada del núcleo. Una parte de nosotros es franca y afectuosa, sin ánimo de lucha. Está directamente conectada a nuestra divinidad individual interna. Está llena de sabiduría, amor y valor. Establece conexión con el gran poder creativo. Facilita todo lo bueno que ha sido creado en nuestra vida. Es la parte de nosotros que no ha olvidado quiénes somos.

Donde haya paz, alegría y satisfacción en su vida, es allí donde su ser superior se ha manifestado a través del principio creativo. Si se pregunta qué se entiende por «quién es realmente» o «su verdadero ser», explore estas áreas de su vida. Son una expresión de su verdadera esencia. Nunca asuma que un área negativa de su vida expresa su verdadero ser. Las áreas negativas de su vida son expresiones de quien no es usted. Son ejemplos de cómo ha bloqueado la expresión de su verdadero ser.

La intención del ser superior es la verdad, la comunión, el respeto, la individualidad, una autoconciencia clara y la unión con el creador.

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Expuestas estas tres partes, Brennan precisa que es la intención la que determina qué parte de nosotros intervendrá y cómo lo hará, cómo será la interacción. Si la intención es encajar en el puzle que han creado a nuestro alrededor para ser aceptados sin importar que con ello nos traicionemos a nosotros mismos, será la máscara la que actuará; si lo que nos interesa es únicamente evitar el dolor y buscar nuestro propio placer a costa de cualquier otra cosa, será el ser inferior el que hablará por nosotros; si en cambio tenemos la intención de ser ciertos y auténticos, de actuar con respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos e interactuar con nuestro entorno como individuos reales, entonces estaremos dejando que el ser superior se exprese.

Ahora que conocemos y podemos identificar más claramente las tres partes de nosotros que toman las riendas en las distintas situaciones en que interaccionamos con nuestro entorno, nos será más fácil decidir con conciencia cuál de ellas queremos que hable por nosotros; ¿queremos que nuestra máscara, una fachada temerosa e insegura, nos represente?, ¿preferimos dejar que el ser inferior, nuestra parte más egoísta y cobarde, tome el control?, ¿o estamos preparados para que el ser superior y con ello lo que realmente somos, con nuestras virtudes y defectos, se exprese, florezca y se desarrolle ayudándonos a crecer como individuos?

Tú decides 😉