Cartas dirigidas al alma


Dicen que escribir es bueno para el alma, y dicen bien. La escritura para mí ha sido siempre ese elemento sanador en mi vida, desde que pude escribir de forma creativa he estado usando esa maravillosa herramienta para crear entornos, situaciones y vivir experiencias, reflexionar y expresar lo que no podía salir de mí de otra forma, encontrar mi camino y seguirlo allá donde me llevara.

No conocía el concepto de escritura terapéutica, pero siempre experimenté su poder sanador. Ahora sé que se han llevado a cabo amplios estudios en esta materia, demostrando que la escritura aporta beneficios como la mejora del estado de ánimo, el aumento de la autoestima, la disminución de la ansiedad y la resolución de conflictos internos, incluso el fortalecimiento del sistema inmunológico, además del desarrollo de la creatividad. Esa niña que se pasaba las tardes escribiendo historias, o la adolescente que emborronaba páginas y páginas volcando en ellas todo lo que un adolescente lleva dentro (que no es poca cosa) o la que analizaba su entorno en clave de ficción a veces, de forma más realista otras, no conocían esos estudios, pero sabían que lo mejor que podían hacer era ESCRIBIR.

¿Cómo funciona?

Escribir nos obliga a organizar los pensamientos para plasmarlos en el papel de forma coherente; a veces nos encontramos perdidos en una maraña de pensamientos caóticos y emociones confusas que se mezclan en un crisol incongruente. Cuando nos situamos frente a la página en blanco hacemos un esfuerzo por separar y organizar los elementos para colocarlos de forma que tengan sentido, expresamos en palabras lo que antes eran emociones confusas y vagas, damos forma a todo eso que tenemos dentro al conceptualizarlo. Ese malestar de formas imprecisas se convierte en algo más claro y definido al nombrarlo: “frustración”, “ira”, “decepción”, “miedo”, y es entonces cuando podemos hacer algo con ello, manejarlo e integrarlo de la mejor forma posible. Al escribir dejamos de palpar entre las sombras y empezamos a encarar lo que tenemos ante nosotros dándole luz.

Escribir libera la mente al sacar fuera todas esas cosas que se removían en nuestro interior; no es que desaparezcan por el simple hecho de anotarlas en un papel, se trata más bien de abrir el desván y dejar que entre la luz para poder limpiar, sacar incluso algunos de esos muebles viejos (o incluso otros seres que pueda haber allí alojados) y poner un poco de orden en ese espacio, sanearlo.

Pero ¿por qué escribir?, ¿por qué no simplemente hablar de ello? Expresar lo que se está removiendo dentro de nosotros es siempre beneficioso, pero la escritura aporta algo más: cuando escribimos manualmente usamos habilidades inscritas en el hemisferio izquierdo del cerebro; al mismo tiempo, al expresar sentimientos, pensamientos y emociones, estamos usando el hemisferio derecho. Cuando los dos hemisferios cerebrales trabajan juntos es cuando la sanación tiene lugar de forma más efectiva y los beneficios terapéuticos son mayores.

Escribir… cartas

Cuando era pequeña me trasladé con mi familia al otro lado del país, todos mis amigos estaban lejos y, a y falta de WhatsApp y redes sociales, nos escribíamos cartas. Cada día miraba el buzón con expectación, y el momento en que encontraba una o más cartas en su interior se convertía automáticamente en uno de los mejores momentos del día. El tiempo que dedicaba a escribir cartas se contaba también entre mis favoritos, el placer de la escritura misma se unía a las posibilidades encuadradas en esos 4 márgenes; contaba a mis jóvenes destinatarios mis experiencias en aquel lugar nuevo, mis planes, mis ideas… era un momento íntimo y mágico del que salía revitalizada.

Aunque con el tiempo la costumbre de escribir cartas a los que tenemos lejos se ha ido perdiendo, sigue siendo una herramienta maravillosa que podemos usar no solo orientada a la comunicación sino a nuestro desarrollo interior y bienestar.

La carta como terapia

Los beneficios de escribir cartas son innumerables, y tan solo necesitas un bolígrafo y un papel (o una tableta e-ink y lápiz digital para los amantes de la tecnología y protectores del medioambiente), un lugar tranquilo donde no te moleste o interrumpa nadie, donde te sientas cómodo, y estar dispuesto a ser tú mismo, a escribir sin juicios, libremente, sin preocuparte de quién va a leer lo que escribes, a censurar o corregirte u opinar; tú eres tu único testigo en esta historia y tienes poder absoluto, puedes permitirte total sinceridad y transparencia.

Vale, escribir, pero ¿sobre qué? Sobre cualquier cosa que necesites contar o expresar en ese momento, sobre hechos pasados o presentes, pensamientos e ideas, sentimientos y sobre todo (muy importante) tus emociones.

Ya conocemos el qué y el cómo, pero estamos hablando de cartas, y éstas tienen siempre un destinatario, ¿a quién las dirigimos? ¡A quien necesites! Puedes escribir a alguien con quien tienes un conflicto, para disculparte a perdonarle, o a alguien lejano o inaccesible a quien no puedes decir lo que sientes, escribe a una persona que perdiste (incluso que ya no esté entre nosotros) y de quien no pudiste despedirte, o a ti mismo, al niño que fuiste o a la persona que esperas ser, a una parte de ti que no sabes cómo manejar o a un problema que te preocupa.

Las opciones son tantas como puedas imaginar. Ten en cuenta que esta carta no es para enviar realmente a nadie, de modo que puedes escribir con total libertad, solo así se convertirá en un ejercicio liberador de sanación.

Tipos de carta

Esta carta normalmente la dirigimos a una persona con quien tenemos un conflicto, necesitamos “sacarnos del pecho” algo que sigue ahí, como una espina clavada o una cuenta pendiente, creando un estancamiento y provocando pesar o ira.

Escribir esta carta nos sirve para desahogarnos (de ahí el nombre) pero también puede ayudarnos a resolver el conflicto. Para usar este ejercicio de la forma más efectiva y sanadora no basta con “echar a la cara” del destinatario todo lo que nos quema, podemos ir más allá y recorrer un camino liberador siguiendo la estructura que te cuento a continuación:

1. Saluda al destinatario como si realmente estuvieras escribiéndole una carta y comienza entrando en situación, habla del conflicto y saca fuera todo lo que te quema, exprésalo todo, suéltalo todo.

2. Luego explícale cómo te hace sentir esta situación, ve a tu interior y escribe qué te irrita o te apena o te molesta.

3. Detrás de cada emoción negativa hay un miedo enmascarado (a veces manifiesto); trata de descubrir qué temes de esa situación y cuéntaselo.

4. En un conflicto hay dos participantes, dicen que dos no se pelean si uno no quiere; ha llegado el momento de tomar responsabilidad y aceptar qué parte es tuya en esta historia. ¿Podías haber hecho algo más o algo menos?, ¿te arrepientes de algo que has dicho o hecho?, ¿hubieras querido/podido reaccionar de otra forma? Cuéntaselo.

5. Por último, enfócate en la parte positiva del asunto: qué has aprendido de todo esto, qué aspecto positivo has descubierto en ti o en la otra persona que no conocías, qué puedes agradecerle, qué sigues apreciando, amando o admirando en él/ella… Ésta es la parte en que la luz entra a raudales por la ventana del desván y lo llena todo de claridad, el momento en que disuelves las sombras (probablemente también el momento en que has acabado con el último kleenex de la caja, pero está bien, llorar es increíblemente sanador, las lágrimas limpian, déjalas brotar).

La carta del duelo

Este tipo de carta la dedicamos a personas que hemos perdido y a las que ya no podremos decir lo que no expresamos en su momento, bien porque han desaparecido por completo de nuestras vidas o bien porque han fallecido. Un duelo no resuelto puede causarnos una tristeza profunda que se aloja en nuestro interior y que es necesario, en algún momento, liberar, sacar fuera y dejar ir para poder continuar con nuestras vidas de una forma más sana.

Si no pudiste decirle cuánto le querías o que pasaste años resentido sin expresarlo abiertamente, si no llegaste a contarle todo aquello que piensas debía saber sobre ti o no pudiste aclarar aquel episodio, terminar aquella discusión, decirle lo que pensabas o sentías… escríbele una carta, abre de par en par el corazón y suéltalo todo en el papel. Este ejercicio es muy poderoso y puede ser tremendamente liberador, lo notarás enseguida y probablemente te quedes con una sensación de vacío o de haberte quitado un gran peso de encima. Si es así, enhorabuena, has hecho un buen trabajo.

Carta a uno mismo

Las personas somos seres complejos con múltiples facetas, por lo que esta carta puede tener distintas caras. Un ejercicio que puedes realizar y que es normalmente muy beneficioso consiste en escribir una carta al niño que fuiste; tanto si tu infancia está llena de drama como si la recuerdas como una época feliz, siempre puedes dirigirte a ese niño y hacerle entender cosas que solo como adulto conseguiste comprender (quizá el niño que vive en tu interior aún no lo ha entendido y sigue clamando por una explicación), o puedes enseñarle que no tuvo la culpa de algo que ocurrió, hacerle ver la realidad que vivió desde la visión del yo-adulto.

Un ejercicio interesante también es el reverso de éste: ponte en la piel de tu yo-niño y escribe una carta a tu yo-presente, al adulto que has llegado a ser; cuéntale las expectativas, ideas y sueños que tenías de niño, cuáles eran tus incógnitas y tus miedos. Puedes entablar un diálogo por medio de cartas contestando desde el lado del adulto, reconfortándole, mostrándole que comprendes sus miedos infantiles y que estás orgulloso porque lograste vencerlos… o no, pero sigues intentándolo. Ten en cuenta que muchos de los patrones de comportamiento y pensamiento de nuestra vida adulta se forjaron en la infancia, imagínate lo beneficioso que puede ser entonces comunicarte con esa parte de ti y acceder a ese tesoro alojado en tu interior.

Otro tipo de carta que puedes escribirte a ti mismo no viaja al pasado sino al futuro; escribe a la persona en quien crees que te convertirás o que podrías llegar a ser. Cuéntale tus planes, tus expectativas y aspiraciones, pero también exprésale tus miedos a no llegar (o llegar) hasta donde él/ella se encuentra. Hay quien prefiere usar la forma de una carta que alguien podría leer en su funeral hablando de sí mismo en retrospectiva. Para gustos… colores, deja volar tu imaginación y escribe.

Cuando hay una parte de nosotros que nos provoca conflicto, o que no nos gusta o nos causa desazón, también podemos escribirle. Una persona con una inclinación a la ira podría escribir una carta a su temperamento iracundo, alguien con un problema en una parte de su cuerpo que no funciona como querría podría escribir la carta a esa parte de sí, podemos escribir a una dolencia o enfermedad, a lo que consideramos un defecto en nosotros, incluso a nuestro cuerpo en general si no nos sentimos a gusto en él. Escribe lo que sientes, cuéntale qué te causa infelicidad o pesar, qué te incomoda o molesta, y según avances en la carta trata de ver las cualidades positivas de esta parte de ti, intenta descubrir qué te ha estado enseñando y cómo puedes aceptar o cambiar o integrar este aspecto para vivir más saludablemente.

Carta a un problema

El destinatario de tus cartas no tiene por qué ser siempre una persona (ya se trate de ti mismo o de otro), puedes decidir escribir a un problema que te está molestando o preocupando o que está haciendo de tu día a día algo desagradable o difícil de llevar. Como siempre, cuéntale tus ideas, lo que opinas y sientes como si se tratara de una entidad viva a quien te puedes dirigir, cómo sería tu vida sin ese problema, qué desearías que pasara. Trata también de averiguar qué te está enseñando, cómo te ha fortalecido o de qué forma de ha cambiado.

Y después ¿qué?

Después de escribir la carta habrás hecho un gran trabajo, un ejercicio intenso de sanación y de autodescubrimiento, que no es poco. Como ya sabes esta carta no es para enviar realmente a nadie, y como propietario absoluto de ella puedes decidir hacer lo que te parezca más apropiado. Hay quien prefiere guardarla en un lugar especial o a quien le sirve más destruirla, si la escribiste en papel puedes romperla, tirarla o quemarla como acto simbólico; si la escribiste en digital puedes borrarla, eliminar el archivo o simplemente no guardarlo. A tu elección. Lo más importante es haberla escrito, haber recorrido ese camino.

Por último quiero ofrecerte un regalo para que empieces directamente a escribir tus cartas. Da igual que las escribas con un bolígrafo común y un folio en blanco como que utilices el papel de cartas más original que puedas encontrar y tu pluma estilográfica favorita, pero tienes que sentirte a gusto con el material que elijas, que sea uno que te apetezca usar y que te inspire a escribir. Quiero compartir estas plantillas que he creado para usar en reMarkable2, la tableta e-ink que uso para escribir mis propias cartas; puedes utilizarlas en otros dispositivos o imprimirlas en papel y escribir de la forma tradicional, o no usarlas y crear tus propias plantillas, a tu gusto y estilo. Todo es válido mientras te sirva.

(Para descargar, pulsa la imagen de la/s plantilla/s que prefieras. Todos los PDF incluyen: portada + página de saludo + página de solo texto + página de despedida. El tamaño es algo menor que el de un folio)

Sin más, solo me queda desearte de todo corazón que escribas a menudo y disfrutes del camino, que aprendas de la experiencia y te sirva para sanar tu interior, o al menos para pasar un buen rato 😉

Un fuerte abrazo,
Eva.